Fueron días y meses de muchos
calentamientos de cabeza, de un esfuerzo que me sobrepasaba. Alguien me hizo un
encargo a sabiendas de que yo no había sido benevolente con aquellos a los que también
les requirió sus servicios. Fui duro, quizás una piedra en el camino, nunca pasé
ninguna aunque el silencio ensordeciera muchas veces más que las palabras, pero
ante Dios juro que siempre fue como un padre hace con sus hijos, con la única intención
de transmitir los mejor de mí mismo para que el crecimiento fuese el más
acertado, o tal vez como yo lo veo, si no hay padres perfectos imagínense yo
que no lo soy.
Yo no cobraba por ello, pero el
precio a pagar era alto y me exprimí hasta a veces llegar a las lágrimas y
pensar que no valía para enfrentar lo encomendado. Fui siempre firme en mis
consejos, si quieren llamarlos críticas háganlo, y ahora tenía que darle un
producto de alta calidad aunque a veces o mejor dicho; siempre el artista sea
el menos indicado para valorar su obra. Escribía y escribía y al ensayar me
transportaba a un teatro muriéndose, de sueño, encarcelado en las manecillas
del reloj. Corta, corta, borra, ¡esto no por Dios!, esto… bueno, puede sonar
bien sin él, pero ¿cómo podía explotar en esa línea acescente de verdad? Eso no
es que lo pensara, eso fue lo que un buen amigo sacó en conclusión después de
sumergirse en la gloria entre el inmaculado frio de un tapete de nieve que se
marchaba por los Pirineos. ¿Cómo terminar? ¿Habré hablado de Dios despojándolo de
todo aditamento mundano? Me sentía confuso y el cansancio frente al ordenador
era más extenuante que si me hubiese metido en la espalda noventa “moños” de
rasillas entre el asfixiante “polvarín” de esas explanadas que circundan a
aquella jovenzuela que llamé Bailén… busqué a Dios en el arte, pero en el séptimo
y me encontré el video que les adjunto, quería que me hablase y Él me habló
como lleva haciéndolo los siglos, a través de los signos, los símbolos y las
criaturas. La exaltación medianamente me salió, las ascendencia casi se alcanzó
y al alzar los brazos creo que aprobé mi cometido de meses de desgaste psicológico,
pero ahí no engañé ni lo quiero hacer nunca, quizás tengo un orgullo desmedido
que no me lo permite y por ello les invito a sentir nuevamente a Dios como se
los quise mostrar en el pregón, el Dios más verdadero, el que se ve en la
simpleza y a su vez inconmensurable obra de la creación, no hay lugar más
sencillo para sentir que Él es el todo. Era un “trovador de Sudamérica”, quien
se iba a imaginar con un cantante encasillado en ese estilo actual del “reggaetón”
fuese a aparecer en el texto de un capillita de tan rancias maneras sevillanas,
pero su letra me llegó, la película del Mel Gibson volvió a ser un perfecto
dialogo entre mi Dios y yo, sin necesidad de que bajase y se sentase en una
silla a charlar conmigo, comenzó a decirme tal verdad que más que poder, fue el
aliento del altísimo el que me llevó hasta el video para que me revistiese de
humildad, no presumiera de algo que no había hecho y le pagara a aquel Señor
como mejor podía su confianza en mí.
Quiero dedicar estas palabras a
Don José Cisneros Chica, el culpable de que me subiera a un lugar donde quizás la
gloria me hiciera sentir que me elevaba del suelo -y a mi padre, que ese si
voló de verdad-, que tras seis años deja el máximo alto cargo de su hermandad,
porque él es muy de esos, de ser de los suyos, que a su vez también es la mía
aunque no estemos en iguales circunstancias. Seguramente siga su camino a la
vera de la verdadera cruz, pero nuestros caminos son sendas aun por construir,
cada uno a sus mañas y maneras pero con una cosa muy clara, el Señor, el “Mostrenco”
siempre está con nosotros, muriéndose cada Viernes Santo por Bailén por un amor
infinito por nosotros, sin importar nombre, apellido y necesidad… como un
crucero más, un tanto extraño si, gracias por todo José…
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