En Granada, volviendo a la petición
de un buen amigo para que hable de otros tantos lugares cofradieros, hay un Cristo
al que especialmente se le reza o sobre todo se le pide, también por ello se
puede llevar muchas gracias. No es el Señor de Granada, pero su advocación algo
tendrá que ver con su devoción. El Viernes Santo procesiona un portentoso
crucificado salido con total probabilidad del entorno artístico de aquel
legendario alcalaíno –cuanto bueno por Jaén y que poco lo parece- llamado Pablo
de Rojas a la que la ciudad invoca con aquello a lo que nos suele llevar la
necesidad y la desesperación… no habrá otro en Granada tan presto a conceder
los “Favores” de sus hermanos.
Y es que este Cristo de la
iglesia de San Cecilio, guardián más oculto de la maravilla realejeña que es el
Campo del Príncipe, puro granadinsismo, prendió la mecha en la ciudad en la búsqueda
de una excelencia más absoluta de esa su Semana Santa, que desde el origen de la
hoy albaicinera hermandad del Vía Crucis sabía que emulando a Sevilla o Málaga equipararía
su puesta en escena y elevaría su atractivo a las mayores cotas. No es nada
nuevo, pero los granadinos pusieron su granito de arena aunque no fuera hasta
los años ochenta en que el punto de inflexión tendría que tomar uno de los dos
caminos más decisivos.
Hace poco he contemplado como “neocostumbristas”
granadinos parecen que han olvidado que es hoy su Semana Santa desde los ochenta
cuando la idiosincrasia cofradiera sevillana se plantó a las faldas de la Alhambra.
A mí me resulta curioso como gracias a esto hoy exista cultura cofradiera en la
ciudad, o que las cofradías están de moda por decirlo de una forma más clara, a
la vez esos cultos pareciesen querer negar todo lo bueno –tal vez por culpa de lo
malo- que Sevilla o llamémosle “la sevillanización” insufló a la grandiosa Granada.
El Cristo de los Favores es una portentosa obra de la vieja escuela local que
se asienta sobre un canasto del canon hispalense y se mueve como en Sevilla y a
costal y la música que marca su triste caminar es igualmente la salida de la esencia
sevillana en sus dos grandes vertientes.
No sé ustedes, pero a mi contemplando
los videos o el año que bajé a conocerlo, me parece un éxtasis para las pupilas
como Granada es engrandecida con Sevilla hasta tal punto que quizás en Granada
hay ciertos sectores de sabiduría y buen gusto que más quisieran muchos de los
hoy regidores de los destinos cofradieros sevillanos, gracias a Dios alejados
de los catetismos que hasta a los más eruditos afectan en las continuas
batallas entre ciudades.
El Cristo de los Favores es el
que da los favores de los que piden salud, trabajo, amor, paz, etc… de todo lo
que se le reza al Señor y Él a veces nos suele conceder el milagro, nos hace el
favor. Pero Él también le hizo un favor grande a la ciudad cuando Pepe Carvajal
la cambió para siempre, cuando se “cargó” la tradición como el mismo expresaría
que “aún no sabe cuál era”. Con el ritmo que impone la vida, tal vez no con el
que planificamos su revolución es hoy santo y seña de la Semana Santa granadina
aunque a algunos pareciese que les gustaría ver la Semana Santa como en las fotografías
de los años veinte. Los Favores fue el embrión del todo que a mi parecer le
faltaba a la Semana Santa de la ciudad que duerme sobre el hombro de la luna.
Estética, costaleros, los Favores
caminaron por Granada hasta incluso para hacer andar a sus Dios verdadero de
cada jueves de Corpus. Cuando comencé a aprender detalles –nunca mejor dicho, así
se llama el primer libro que tengo de Granada- de la Semana Santa granadina me encontré
que el mismo era acompañado por cornetas y tambores, el Despojado creo
recordar. Incluso tengo otro libro sobre la música cofradiera de la ciudad, que
con ello quiere decir que la música llegó también a Granada y sin detenerme a
leer el referido libro, recordar nuevamente las palabras de Carvajal hablándonos
de uno o su gran maestro en el noble arte de portar al Señor como los viejos “gallegos”
del puerto de Sevilla.
Puede presumir Granada del favor
del Señor aquel 14 de marzo de 1987 cuando Manolo Santiago se le puso mal
cuerpo al pensar lo que tenía que dar a una cuadrilla de costaleros subir la
cuesta de San Cecilio. Estaba en el Campo del Príncipe, Pepe Carvajal le pide un
favor, nunca mejor dicho, para que le busque una banda de música para el palio
y este no lo consigue, pero a cambio, el legendario capataz poeta los visita
con dos de sus costaleros míticos y les regala con la sorpresa de traerle “un camión
lleno de músicos”, expresión de la sencillez de Santiago -el que una vez más llenó
de fuerza con sus palabras aquellos costaleros granadinos-, que deleitaría a
los allí presentes. Aquellos músicos era la agrupación musical “Jesús Despojado”
de Sevilla, su banda indisoluble en la Resurrección, la actual Virgen de los Reyes
que sembraron la semilla para acrecentar la bella realidad cofradiera
granadina. Había costaleros en Granada y con esto nacía la ilusión de que
hubiese bandas sevillanizadas de granadinos. Nacieron las agrupaciones
musicales granadinas y Granada se convirtió en otro paraíso agrupacional hasta
que la cultura capillita creció y todo lo que en Sevilla se hiciese, se extendía
rápidamente por Andalucía, quizás esa parte “mala” de la que se lamentan ahora
algunos eruditos. En esa época tal vez es cuando pongo mis ojos en Granada
viendo como los platillos dan paso cada vez más al agónico trinar de las
cornetas. Sería lo lógico, pensarían muchos al contemplar un Cristo crucificado
muerto, pero los Favores renacieron al compás de Eritaña o Arahal –califiquen ustedes
mismos- y volvieron a aquel origen, y de qué manera.
De aquel día del ochenta y siete nació
una relación histórica de los Reyes con Granada, marchas y hasta acompañamientos
a sus imágenes como en los Gitanos con su inmortal partitura de “Consuelo Gitano”.
Es curioso que la banda que sigue hoy los pasos del crucificado del Campo de Príncipe
fuese la que me hiciese conocer la marcha que Jesús Despojado regalaría al que
da los favores en Granada, aquella marcha del corte de la época, el clásico como
decimos. Antonio Velasco escribiría “Cristo de los Favores”, marcha que a su
vez rescataría de un cierto olvido la Pasión de Linares en su segundo disco, elevándola
quizás a un segundo y nuevo protagonismo desde su creación que entró nuevamente
en muchos repertorios de Andalucía y quién sabe si fue un motivo en el seno de
la hermandad del Realejo para volver al origen y ver caminar a su Cristo
nuevamente con agrupación y que fuese la Pasión de Linares. Una apuesta
importante, ya que Granada no suele apostar por el pago de grandes cachés, fama
de ello tenia, y Pasión obviamente entra entre las grandes agrupaciones
andaluzas, lo que le da más calidad al tándem que se dibuja cada Viernes Santo
cuando Granada parece volver a sonar a aquellos años ochenta y a esta nuestra
actualidad cuando Pasión interpreta las nuevas marchas, sobre todo las más fúnebres
creando uno de los más significativos contrapuntos de la actual Semana Santa en
Granada. Así camina Dios al compás de Pasión, recreando el origen cuando ante
tantos favores, menudo fue el que le dio a los músicos granadinos…
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