Durante muchos años, hablar de Semana
Santa en esta tierra bañada de olivos, entre todas las que conformaban el orbe
cofradiero, la de la monumental ciudad de Baeza era sin duda uno de los más
altos reclamos para contemplar a Dios y su Madre bendita caminar por sus
callejas dignas de un cuento de hadas. Dicen que es su impresionante callejero
levantado sobre los cimientos del mejor renacimiento español, pero también era
su patrimonio material y humano, unas veinte cofradías para una ciudadanía inferior
por poner un ejemplo, a la de mi pueblo, donde se cuenta con tan solo cinco cofradías
de penitencia con más habitantes es un dato para sorprenderse. Y aun con esto, cortejos
dignos para acompañar a sus devociones siendo en las últimas décadas incluso
portadas por pasos con cuadrillas de hombres y mujeres que lo mismo llenaban
unas andas del modo malagueño como se
suele catalogar o un paso portado desde el interior, al modo baezano como dicen
allí, que a fin de cuentas es el mismo que llaman “jaenero” o “granadino”, es
decir, cargando las trabajaderas sobre los dos hombros.
Muchas cofradías procesionando un
mismo día, con itinerarios diferentes, cada una mostrando al mundo el legado artístico
de su pasado donde el manierismo o barroco provinciano se daba de la mano con
el que llegaría de la ciudad de la Alhambra. Y podría ser mayor aun si no
hubiese sido por el estigma que arrastraremos los católicos hasta el fin de los
días cuando nuestras devociones fueran atacadas en una triste guerra civil que
en este sentido hizo estragos en el Santo Reino de Jaén. Por ello, la Semana Santa
baezana se levantó de sus cenizas aportando nuevas imágenes, que en muchos
casos se trataron de obras afines a los mejores artistas de la época, en gran
parte en aquellos unidos al movimiento artístico de su tiempo, sin caer en demasía
en los neobarrocos, aunque algunos crean lo contrario.
Una de la joyas que se tuvo que perder en la Guerra Civil fue el Cristo de la Columna y por ello, tuvo que ser repuesta su presencia y con ello su devoción a partir de una nueva imagen que realizó el valenciano-cordobés Amadeo Ruiz Olmos. Baeza se levantaba, y la verdad que a mí me sorprende su poderío cofradiero sin tener una notable influencia de aquella que siempre lo cambia todo… Sevilla. Pero no se equivoquen, Híspalis plantó su cruz en Baeza, como por ejemplo, los estudiosos de Olmos se desgarran las vestiduras cuando observan que su amarrado a la columna lo repolicromaron más al gusto neobarroco sevillano, dotando a mi gusto, el imaginero Juan Abascal Fuentes a esta imagen de una fuerza y divinidad que sobrecoge. Y llegaron nuevas imágenes del neobarroco sevillano y sobre todo, en la realización de muchos de sus pasos siguiendo el canon esencial iniciado en las andas del Gran Poder, y como es el caso de la Columna dotándolo de un misterio, con dos figuras secundarias que reflejan la flagelación al Hijo de Dios. Pasos que en algunos casos, cargándolos como allí se destilaba imitaban en cierta manera el caminar de “sobre los pies” ideado en Sevilla, llegando también los “cambios trianeros”, incluso alguno de los que era portado por varales exteriores utilizaba algunos recursos del andar sevillano para mover sus tronos, como las revirás eternas y ciertos cambios de ritmo con la música o abriendo el compás con la percusión de bandas que obviamente se asentaron con la tipología hispalense, banda de música para los palios y cornetas y tambores “Policía Armada” y agrupaciones musicales “Guardia Civil de Eritaña” –como con la que cuenta la Columna- le seguirían el compás al Señor por las calles por donde respiró el aire jiennense el genio de Machado.
Baeza lo tenía todo para ser para mí una Semana Santa modélica, y la admiro pero le faltaba algo… el costal. Le faltaba esa gracia, que hacía que algunos tuviesen que buscar fuera el disfrute de este estilo. El año pasado por estas fechas ponía sus pies en el embrujador casco antiguo de la ciudad Antonio Santiago, para quien aún no lo sepa, el quizás capataz más mediático de la Semana Santa de Sevilla, llevar el dragón de la Macarena creo que puede ser un detalle importante para estimar su figura. Llegaba con su ya conocida exposición sobre el mundo de la carga que él domina, que evidentemente es a costal. La cofradía de la Columna, la única que en la ciudad llevaba su paso de palio a costal daba un paso adelante en la conformación de un estilo más definitivo de su cofradía, seguramente por intentar asentar el estilo del palio y sobre todo para cambiar su paso de misterio a la carga sevillana que venía de malagueño a baezano pero andando como San Gonzalo. Aún recuerdo muchas preguntas a Santiago de los baezanos intentando buscar una respuesta sobre de que diferencia había entre a dos hombros y la trabajadera sobre la séptima vertebra, la verdad me parecía estar en charlas con cofrades de mi pueblo, con similares dudas y en cierto modo que Santiago no pudo responderles, y el motivo es muy claro, Santiago nunca ha trabajado pasos portados así u eso creo.
Pero para llevar a la práctica
esta complicada empresa, sobre todo por cambiar una mentalidad hasta el momento
asentada, la cofradía obró antes de esto con criterio y creo que con la suerte
del que acierta, en cierto modo, cuando Santiago conoció todo lo que le mostró
la corporación del Salvador, se dio cuenta de que los baezanos estaban siendo
asesorados por gente que algo sabe de esto, gente que aprende de gente como él
pero con una diferencia, luchando y “bregando” con las particularidades que se
dan en Jaén. Seguramente, pasada la Semana Santa los costaleros de la Columna
se dieron cuenta de que a costal el paso va más asentado, más firme, sin
movimientos raros. Que la comodidad entre costalero y costalero es mayor y que
para realizar ciertas maniobras, para que los pasos anden como esos que nos
maravillan en Sevilla, es indispensable la trabajadera y ese gorrito que en
verdad es una importantísima herramienta de trabajo y que haciendo bien las
cosas, seguramente iban a sentir el veneno que se te mete por las venas
caminando con este más que centenario estilo, que fue inventado por obreros
para realizar trabajos muy duros, por lo que la viabilidad del formato es
indiscutible, algo que explicó Santiago y que quizás el Miércoles Santo
comprendieron y seguramente, Dios lo quiera, irán comprendiendo aún más. Viendo
videos, se nota el cambio, lo nota quien medio sabe del arte del mundo de
abajo, porque ya verán que de esto se muere uno sin saber nada y me da alegría,
quizás no puedo ser imparcial de ver que esta hermandad baezana acertó de lleno
consiguiendo que el maestro Rafael Mondéjar junto a su segundo Jesús Joyanes fuese
hasta Baeza para marcarles las pautas a seguir en todo, desde la realización de
la parihuela, la igualá según las circunstancias del material humano con que se
cuenta, la importancia de la ropa e incluso mandando la cuadrilla el Miércoles Santo
junto a los que a partir del próximo año ya serán sus únicos capataces. Rafa no
cogió otro martillo pero si les dejó su buen corazón enseñando a aquellos que
buscan la gloria. Da gusto ver venir a este sereno Cristo flagelado sobre los
pies, siempre de frente, al compás de su agrupación, con un galeón que no me
explico cómo sale de la pequeña puerta del Salvador, al son de la voz rota de Mondéjar
de tantos años mandando pasos por toda la geografía jiennense. No vayan a
pensarse que él tiene un consultorio esperando cofradías, pero sirva esta
historia como ejemplo, de que si se quieren hacer bien las cosas desde el
principio quizás hay que obrar así, buscando a los maestros que ya tenemos aquí,
que hay algunos más, pero siempre sin perder de vista las universidades que se
alzan por Andalucía con este noble “oficio”, siendo sin duda siempre el referente
la ciudad que corona un Giraldillo. Sevilla costalera en Baeza… lo que le
faltaba para ser eterna.
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